Hace mucho tiempo en la tierra de la India, había una pequeña muchacha
llamada Anya. Ella vivía en medio de un hermoso jardín. Anya n tenia padres.
Los siervos cuidaban de ella. Cada día, la muchacha caminaba a través de los
altos arboles verdes de su jardín. Ella cogió flores de todos los colores y las
aventó n la fuente. En las tardes húmedas, Anya descansaba en el pabellón. Ella
escuchó la precipitación de la lluvia. Anya estaba siempre en paz en su
adorable jardín.
Un día, un anciano, un gurú, llegó al jardín. Tenía una cara sabia. “Anya, mi niña. Estuve con tu madre el día
en que murió. Tú eras solo una niña. Le prometía ella que te cumpliría un solo
deseo. Tu puedes tener gran salud o gran belleza. Tú puedes aún ser la
princesa. ¿Qué deseo eliges?”
Ana pensó en ser rica, o hermosa, o poderosa. Ninguna de estas cosas
prometían la felicidad. Ella ya conocía la felicidad en su jardín. “Toda mi vida quiero vivir en medio de este
hermoso jardín.”
El gurú estaba sorprendido. “¿Eso
es todo? Tal vez algún días vas a querer algo más que un jardín. Pero has dicho
tu deseo. Tú vas a vivir siempre en el centro de tu jardín. Lo prometo.” Lego,
el gurú se fue.
La joven muchacha creció. Llego a ser una hermosa joven. Hombres de tierras
cercanas y lejanas querían casarse con ella. Ellos se enamoraron de la joven
pacifica y feliz. Pero Anya dijo a todos los hombres jóvenes que se retiraran.
Ella no quería abandonar su jardín.
Una mañana, Anya vio a un forastero andando por el camino afuera de su
jardín. Él se detuvo y le habló a ella. Sus palabras eran amables y su sonrisa
era sincera. Anya se enamoró del alto y guapo hombre.
El hombre joven era el príncipe Kester de una tierra lejana. Él visitó a
Anya cada dia por un mes. Luego, le preguntó, “¿Te casarías conmigo? Te amo, Anya. Quiero que vengas conmigo a mi
casa.”
Anya se encerró con llave con lágrimas en sus ojos. ¡Qué decisión tan
difícil! Ella amaba al príncipe, pero ella también amaba a su jardín. Al final,
ella dijo, “Voy a ir contigo. Pero puede
que no me sea posible salir. Un gurú una vez me dio un deseo. Pedí que quería
estar aquí, en mi jardín para siempre.”
El príncipe condujo a Anya a través de una pequeña puerta en el muro del
jardín. Nada sucedió. El gurú no había guardado su promesa. Ella pudo abandonar
su jardín.
Anya se casó con el príncipe ese mismo dia. Ella amaba a Kester, pero
aun estaba triste por abandonar su jardín. El esposo y la esposa montaron sobre
camellos hacia si casa. El palacio era elegante con altas torres de mármol.
Pero no había arboles verdes o flores de colores. Alrededor del palacio solo
estaba el oro de la arena y el caliente, y seco aire de desierto.
Esa noche, Anya pensó en su jardín y lloró. ¿Cómo podría ser ella feliz
en el desierto?
La siguiente mañana, Kester despertó a Anya y la condujo a la ventana. “¡ira Anya!”dijo Kester. “El anciano mantuvo su promesa.”
Anya miró hacia afuera por la ventana. Tan lejos como el ojo podía ver
estaba su jardín. Las plantes verdes y flores familiares, y las fuentes cubrían
las secas arenas.
“No es importante donde vives, Anya,” dijo el príncipe. “Tú
siempre tendrás tu jardín.”
Leyenda de la India, tomada de “Festival
of Folktales.” Dominique
Press. Carlsbad, California, 1993. Págs., 62-64.
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