Hace mucho tiempo, en Las Filipinas, un agricultor pobre vivía con sus
tres hijos.
Un día, el agricultor estaba muy enfermo. Él sabía que se estaba muriendo.
Él llamó a sus hijos a su lecho. “Mis
hijos, Pronto moriré. No tengo oro. Pero tengo algo para ustedes.”
Los hijos escucharon tristemente. Ellos no querían que su padre muriera.
Primero, el padre dio al hijo mayor un gallo. Luego, él dio al segundo
hijo un gato. Y al hijo más joven le dio una guadaña. El padre dijo, “Viajen a lo largo y a lo ancho. Encuentren
el lugar correcto para canjear el gallo, el gato, y la guadaña. Luego, ustedes
serán felices.”
Los hijos agradecieron al padre por los presentes. El padre no habló
más. Él había muerto.
Los mese pasaron. La vida era difícil para los hijos. La granja estaba
en una tierra pobre. No había caballos o bueyes en la granja. Los hijos tenían
poca comida que comer.
“Papá dijo que negociáramos el gato,” dijo el hijo más viejo. “Pero, ¿Quién quiere negociar por un gato? Todos en la isla tienen un
gato.”
“Papá dijo que viajáramos a lo largo y a lo ancho,” dijo el hijo más joven. “Yo empezaré mañana.” El hijo mas joven dejó a sus hermanos. Él llevó la guadaña consigo. Él viajó por días
y días. Al final, llegó a una isla pequeña. Ahí él vio a algunos agricultores
recogiendo arroz. Él estaba sorprendido. Ellos estaban recogiendo el arroz con
sus manos.
“¿Puedo ayudarlos? Yo puedo cortar el arroz rápido.” El hijo más joven comenzó a cortar el arroz con su
guadaña.
Los hombres estaban sorprendidos. Ellos nunca habían visto una guadaña
antes. “¡Tú puedes cortar el arroz tan rápido!”
los hombres dijeron. “¿Qué es eso en tus
manos?”
El hijo más joven dijo, “Es una guadaña.
Mi padre me la dio.”
Los hombres hablaron en secreto juntos. Luego dijeron, “Nosotros queremos negociar por tu guadaña.
Nosotros te daremos oro.”
El hijo más joven pensó por un momento. Después él dijo, “Negociaré con ustedes.” Él dio la
guadaña a los hombres. Luego, el hijo más joven viajó a casa. Él mostró a sus
hermanos las riquezas.
“¡No puedo creerlo!” dijo el hermano de en medio. “Papá
tenía razón. Ustedes necesitan encontrar el lugar correcto para comerciar.”
El siguiente día, el hermano de en medio viajó a lo largo y a lo ancho. Él
tomó su gallo consigo. Al final, él encontró una aldea sin gallos. Él durmió en
la calle con su gallo. Cuando salió el sol, el gallo graznó. La gente miró
hacia afuera de sus ventanas. “¿Qué es
eso?” Preguntaron ellos.
El hijo de en medio contestó, “Es
mi gallo. Él está graznando. Él me despierta cada mañana.” La gente quería al
gallo en su aldea. Ellos le ofrecieron oro al hijo de en medio. Felizmente, el
muchacho joven tomó el oro. Él regresó a casa feliz y rico.
El hijo más viejo dijo a sus hermanos, “Yo pienso que no puedo negociar mi gato. Pero mi padre quiere que lo
intente.” Él viajó por días y meses. Al final,. Él llegó a una isla sin
gatos. La isla tenía problemas con ratas. El hijo, colocó a su gato abajo. El
gato corrió tras las ratas. Pronto allí no había mas ratas.
La gente dijo, “¡Debemos tener
este gato! ¿Lo cambias?”
“Sí, lo haré,” dijo el hijo con una sonrisa. La gente dio al hombre joven una bolsa de
oro.
El hijo más viejo fue a casa. Él mostró sus riquezas a sus hermanos. Los
tres hijos vivieron felizmente por muchos años.
Leyenda persa, tomada de “Festival
of Folktales.” Dominique
Press. Carlsbad, California, 1993. Págs., 11-14.
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