miércoles, 15 de junio de 2016

El Cañón de los Lamentos

     Mucho, hace muchos años, en Japón, el hombre anciano no era respetado. Cuando un hombre o mujer cumplía sesenta años, eran llevados a la montaña. Entonces, eran abandonados en la parte baja del cañón. La gente anciana era abandonada para morir en el Cañón de los Lamentos.

      Durante esos años, vivía un viejo granjero. Una primavera, él cumplió sesenta años. Por ley, era el tiempo para el anciano de morir. Los señores de país siempre llevaban a cabo ésta ley.
     El hijo del granjero, dijo tristemente, “Padre, es el tiempo. Tengo que llevarte al cañón. Los hombres del señor visitarán pronto nuestro pueblo. Si te encuentran, ellos te matarán. Y ellos me matarán a mi también, porque rompí la ley.” El hijo tenía lagrimas en sus ojos. Él amaba al anciano mucho. La esposa del hijo empezó a llorar ruidosamente. Ella dio al anciano un beso.
     El hijo cargó a su anciano padre en la espalda. El hombre anciano no podía escalar la montaña por sí mismo. Él no era lo suficientemente fuerte. De camino a la montaña, el hombre anciano trozó la terminación de tres ramas. Él hizo esto para marcar el camino.
     “¿Padre, por qué haces esto? ¿Por qué estás haciendo el camino? ¿Planeas regresar a casa? Tu sabes que no puedes,” dijo el hijo.
     “No, mi hijo” dijo el viejo granjero, “estoy haciendo el camino para ti. No quiero que te pierdas en el regreso a casa.”
     El hijo se detuvo de caminar. Él comenzó a llorar por la bondad de su padre. “Padre, debemos regresar a casa. No te puedo hacer esto. Te esconderé.”
     El hijo llevó al anciano hombre a casa. Él escondió a su padre bajo la casa. Los hombres del señor no lo encontrarían ahí.
     El señor de la tierra le gustaba hacer la vida difícil a su gente. Un día, él llamó a los agricultores juntos. Él dijo, “Ustedes deben traerme una cuerda. Hagan una cuerda de las cenizas.” Todos los agricultores estaban preocupados. Ellos no podían hacer una cuerda de cenizas. Las cenizas se irían a pique. ¿Qué haría el señor si nadie siguió su mandato?
     El hijo enteró a su padre acerca el mandamiento del señor. El padre respondió desde debajo de la casa, “Hijo, debes tu primero hacer una cuerda fuerte y fina. Quemarla hasta que se vuelva cenizas. Después, cuidadosamente, lleva la cuerda en cenias al señor.”
     El hijo siguió las instrucciones. Él llevó la cuerda de cenizas al señor. Ninguno de los otros agricultores lo había hecho. “Excelente,” dijo el señor al joven agricultor. “Ahora, tengo otra tarea para todos ustedes. Tráiganme una caracola. La concha debe tener un hijo a través de ella.”
     El joven agricultor fue con su padre otra vez. “Hijo, primero encuentra una caracola,” dijo el padre. “Coloca la abertura hacia la luz. Enseguida, pon arroz al final del hilo. Da el arroz a una hormiga. Coloca la hormiga en la concha. La hormiga lo atravesará y tomara el hijo con él.”
     El hijo hizo como se le fue dicho. Nuevamente, el padre estaba en lo correcto. El agricultor llevó la concha al señor. El señor estaba asombrado y feliz. “¿Cómo hiciste esto? Tú eres muy sabio. Quiero honrarte.”
     El joven miró hacia el piso. “Este honor no es por mí, mi señor. Mi anciano padre es el sabio. Él me dijo qué hacer. Mi padre tiene sesenta años. Era tiempo de arrojarlo al cañón. No pude hacerlo. Él está ahora escondido bajo mi casa.”
     El señor estaba callado. Entonces, él dijo, “Tráeme a tu padre.” El hijo tenía mucho miedo. ¿Iba el señor a matar al padre? Él tristemente trajo a su padre al señor.
     “Tú eres un hombre sabio,” dijo el señor al anciano agricultor. “Usted sabe mucho. Tú no eres muy fuerte, pero eres sabio. Tal vez es una mala idea arrojar gente anciana al cañón. Tú eres viejo. Aún, tú tiene mucho que ofrecer.” En ese día, el señor cambió la ley. La gente anciana no sería más, dejada en el cañón.   
Leyenda japonesa tomada de “Festival of Folktales.” Dominique Press. Carlsbad, California, 1993. Págs., 98-100. 

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