jueves, 23 de agosto de 2012

El Lenguaje de los Pájaros Mito de los indios kamaiurá Textos e ilustraciones de Ciça Fittipaldi


Antes, los pájaros no decían ni “pío-pío,” ni “firu-fri-frió,” ni “tu-tu-tunho,” ni “ben-ben-te-vi,” ni nada por el estilo: hablaban como las personas. Esto ocurría porque Avatsiú, un hombre de la aldea, tenía guardados los lenguajes de los pájaros dentro de él.
     Además, Avatsiú y su familia se dedicaba a matar pájaros a tontas y a locas. En esa misma aldea, había un indio que cansado ya de tanto pelear  con su mujer decidió huir con ganas de convertirse en otra cosa. En el camino encontró un árbol muy grande, se recargó en él y le dijo: “Abuelo árbol, quiero ser como tú.” El árbol le dijo, “Jamás resistirías ser árbol, nieto mío, ser árbol no es nada fácil, los árboles estamos siempre despiertos.”
     El indio siguió su camino. De pronto, a lo lejos, vio una columna de humo y se dirigió hacia  ella.
     En la base de la columna pudo ver a unos pajaritos que estaban quemando matorrales.
     Y comenzó la plática: que una cosa, que otra, hasta que por fín, los pájaros dijeron, “Tienes que conocer nuestra aldea, está más allá de nuestras plantaciones.” Otro pájaro dijo, “Estos son nuestros campos de cultivo, por eso estamos quemando matorrales, pero tienes que conocer nuestra aldea, verás qué bonita es.”

     El indio aceptó y comenzó a caminar detrás de los pájaros que iban volando por delante, muy alegres mostrándole en camino. En la aldea se sintieron muy contentos con la llegada de aquel hombre. Más tarde hubo una asamblea a de pájaros y el gavilán, que era el jefe de los pájaros, le dijo al indio: “Tenemos un problema con Avatsiú pues se dedica a casar a todos nuestros hermanos: pericos, papagayos, guacamayas, periquitos, tucanes…Y para colmo de males, Avatsiú ha guardado dentro de él nuestros cantos y no quiere liberarlos. ¡Tenemos que hacer algo!” Otro pájaro dijo, “¡Es cierto! ¡Vamos a acabar con Avatsiú!” El gavilán dijo, “Este joven indio es una persona como Avatsiú. Él podrá ayudarnos.”
     Y la asamblea acordó convertir al indio en una ave voladora. Inmediatamente le untaron lecha de árbol y comenzaron a pegarle plumas: las chicas en el pecho y en las piernas, las grandes en la espalda y en los brazos. Cuando acabaron, el indio emplumado se sacudió para ver si se le caían las plumas y  ¡cayó una! Los pájaros sintieron temor. Uno de ellos dijo, “¡Mira esa pluma!¡ Avatsiú lo va a cazar!” Pero a pesar del temor, comenzó el entrenamiento del muchacho: volaba un poco por aquí, se caía por allá, revoloteaba cerca y se golpeaba más allá…¡Nada del otro mundo! En realidad se podía decir que era un volador bastante torpe. A pesar de todo decidieron intentar el ataque.
 A la mañana siguiente llegaron hasta la aldea de Avatsiú y lo oyeron cantar dentro de su choza. Los pájaros se quedaron inmóviles. El indio emplumado estaba a punto de arrojarse sobre su presa, cuando oyó una voz: “¡Espera!¡Espera a que salga de la casa!” Por fin apareció Avatsiú en la puerta de su choza. Inmediatamente, el muchacho lo atacó volando, pero voló mal, no pudo mantener la dirección y cayó en manos de Avatsiú quien lo arrastró al interior de la choza y lo mató.

     Los pájaros se sintieron tristes y avergonzados por la muerte de su amigo. Pero al llegar a la aldea, se volvieron a reunir y el gavilán preguntó si aquel indio tenía hijos. Le informaron que sí, que tenía un jovencito muy fuerte. Entonces decidieron buscarlo y mandaron al pajarito rojo para que con sus brillantes colores llamara la atención del niño.
El pajarito se paró sobre un tendedero de madera frente a la casa del hijo del indio. La madre fue la primera que lo vio y al verlo gritó, “¡Hijo, ven a ver qué pájaro tan rojo está ahí parado!” El niño salió corriendo de la casa con su pequeño arco y sus flechas, y el pájaro voló a otro árbol y así: de árbol en árbol, se fue alejando de las casas. Cuando estuvo lejos, el pájaro se quitó sus plumas, se convirtió en persona y le dijo al niño, “Vine por ti, para que ayudes a mi pueblo a acabar con Avatsiú.” El niño dijo, “¡Por supuesto que iré!¡ Avatsiú fue el que acabó con mi padre! Pero antes de ir debo avisarle a mi madre.” Su mamá escuchó todo con tristeza. Lloró mucho hasta que su llanto se agotó, y cuando dejó de llorar le dijo al niño, “Te voy a dar un consejo: a Avatsiú no se le puede atacar de frente. Tu padre murió por hacerlo así. Tendrás que atacarlo sin que él se dé cuenta." El niño escuchó, tomó dos cestos, se despidió y se fue.
A su llegada, los pájaros fueron a saludarlo, estaba amaneciendo. Lo recibieron con una ceremonia de bienvenida y comenzaron a pegarle en el cuerpo las plumas de gavilán.

     Cuando los pájaros terminaron su tarea, el niño se sacudió varias veces, ¡Y no cayó ninguna pluma al suelo! Entonces se fueron a entrenar. Al volver, el muchachito parecía una verdadera flecha. Aprendió a volar tan bien que un día pudo levantar una gran piedra. Una de las aves dijo, “¡Él sí lo conseguirá!”

     Entonces se fueron volando hacia la aldea de Avatsiú y cuando llegaron lo encontraron cantando, sin darse cuenta de que su fin estaba cerca, cantaba: “mi enemigo tiene una uña grande para matarme.” Los pájaros se pararon en un gran árbol que estaba frente a la choza de Avatsiú; pero al niño no le gustó esa posición de ataque. El niño dijo, “Esto no va a funcionar. Mejor vamos a pararnos detrás de su casa." Entonces salió Avatsiú bailando, con una sonaja en la mano. Inmediatamente, el niño voló hacia él veloz como una flecha, y le encajó sus uñas de gavilán. Entonces, llegaron a ayudarlo otros gavilanes y entre todos comenzaron a elevarse cada vez mas alto, con Avatsiú entre sus garras. Cuando estaban tal alto que apenas se les podía distinguir desde la tierra, soltaron a Avatsiú, que fue cayendo, cayendo, hasta que se estrelló contra el suelo. 
Todos los pájaros corrieron hasta el lugar en el que yacía Avatsiú y comenzaron a sacar de él sus diferentes formas de cantar. Como todavía ninguno de ellos tenía una manera característica de hablar, cada quien bebió el lenguaje que quiso de la sangre de la sangre de Avatsiú.

     Los primeros en trinar fueron los gavilanes y el colibrí, con los lenguajes que escogieron; pero entonces notaron que el colibrí  cantaba muy grave y que el gavilán trinaba muy agudo, así que decidieron intercambiar sus voces. La paloma, que había escogido una voz muy fuerte, intercambió su canto con la guacamaya, que había escogido una voz muy débil. Satisfecho, el niño regresó a su casa cargando dos cestos llenos de plumas. Eran el preciso regalo que le hicieron los pajaritos. Las aves se pusieron a practicar sus lenguajes nuevos, se pasaron toda la noche cantando. Por fin llegó la luz del día y encontró a los pájaros cantando.

     Por eso es que desde ese día, los pájaros cantan al amanecer. 

Textos e ilustraciones de Ciça Fittipaldi

     A pesar de que todos los habitantes del América se les llamó con el mismo nombre: indios, las poblaciones que la formaban eran muy diferentes entre sí. Tenían distintos rasgos físicos, existía una variedad de idiomas y de costumbres. En muchos países americanos viven aún grupos indígenas. Cecilia Fittipaldi, quien escribió e ilustró esa historia, ha convivido con varios grupos de indios y te cuenta su mundo. Tanto en la narración como en los dibujos encontrarás los rasgos distintivos de los indios que viven en Brasil.     





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