miércoles, 4 de enero de 2012

La Leyenda de Ceico y Alcione

     Ceico era rey de Tesalia, un hombre fuerte, apuesto y justo gobernante amado por sus súbditos.
      Pero ningún súbdito le amaba tanto como su esposa, la bella Alcione a quien también él adoraba más que a cualquier otra cosa sobre la tierra. Gracias al rey Ceico el pueblo vivía en paz.
      Ambos, Ceico y Alcione, llevaban muchos años de casados, pero a diferencia de otros matrimonios menos afortunados, siempre que podían estaban juntos como en sus primeros días de su noviazgo. Rara vez habíase presenciado tanta entrega mutua, tanto cariño, respeto y admiración. En verdad podía decirse que era un matrimonio bendito por los dioses. 

     Sin embargo, llegó una época en que Ceico mostro señas de una profunda preocupación. Una noche que no podia conciliar el sueño, Ceico se levantó a media noche y estuvo mirando a través de la ventana la luna. Alcione despertó y le dijo, “¿Qué pasa Ceico? ¿Porqué no duermes?” Ceico le dijo, “No es nada. Creo que tendré que hacer un viaje…” Alcione sorprendida le preguntó, “¿Cómo?” Ceico le dijo, “Si. Debo hacerlo. Hay asuntos de gobierno…y asuntos de mi espíritu que quiero consultar con un oráculo.” Ceico agregó, “Viajaré allende el mar, a consultar la voluntad de los Dioses.”
     Alcione preocupada le dijo, “Por favor ¡No!” Aquella noticia sembró dolor y preocupación en su dulce compañera, quien dijo, “Esposo mío, no viajes por mar en esta época. Recuerda que soy hija de Eolo, dios del viento. Nadie conoce como yo los peligros de las tormentas, nadie conoce como yo la furia de los vientos.” Ceico solo dijo, “Lo sé pero no temas.”
      Pero Alcione agregó, “Desde niña, en el palacio de mi padre, vi la destrucción que causan los negros nubarrones con sus rayos fatales. ¡No viajes en esta época, te lo ruego!” 
      Sin embargo, Ceico le contestó, “Tengo que hacerlo.” Alcione le dijo, “Entonces, ¡Llévame contigo por favor!” Ceico contestó, “No puedo. No le temo al peligro pero no te expondré a él.” Alcione le imploró llorando, “Pero si estamos juntos, ¡Qué importa lo que pase!” Ceico solo dijo, “Te amo, Alcione, así como tú me quieres a mí, pero tengo que ir solo.”

     La decisión de Ceico era inconmovible y pronto se dispuso la partida. Cuando Ceico se despidió de su amada, Alcione dijo, “¡Oh, Ceico. Mi alma se llena de terror!” Ceico le dijo, “No temas. Pronto volveré y no te dejaré nunca más.” Pero Alcione no pudo sacudirse un terrible presentimiento, y se despidió de él, temiendo no volver a verlo jamás.
    Allí permaneció junto al muelle, deseando locamente que el barco regresara, pero finalmente se convirtió en un puntito sobre el horizonte, y después, pareció tragárselo el mar. Alcione miró al horizonte y pensó, “Oh Dioses. Hagan que mis temores sean infundados.” Pero esa misma noche, una feróz tormenta se abatió sobre el mar. Los vientos chocaron entre sí, creando un enloquecido huracán.
      Las olas parecían más altas que montañas, y se abatían sobre la superficie con ensordecedor estruendo. Uno de los tripulantes solo gritaba en medio de la tormenta, “¡Aguanten el Timón! ¡Aguanten!” La lluvia se abatía sobre el barco con desesperada furia. Un tripulante decía en medio de la tormenta, “Parece que el cielo se vuelve agua para caer al mar, ¡y que el mar se eleva para perderse en los cielos!”
     No tardó tiempo en que un absoluto terror se apoderára de todos los corazones, y la furia de los elementos comenzara a cobrar víctimas. Solo un hombre guardaba la calma: Ceico, quien gritaba, “¡Alcione, Alcione…” Meditando, Ceico pensó, “Hice bien en no traerte. Allá en Tesalia estas a salvo.”

      La frágil embarcación y los hombres aguantaron todo lo que pudieron. El ruido de la madera quebrandose comenzó a escucharse, así como los lamentos y las frases de desesperación. El mar y la tormenta no perdonarían a ninguno solo. Ceico gritó, “Nos vamos al fondo del océano sin remedio. Pero, a donde quiera que vaya, ¡A donde quiera que me lleve mi destino, me voy con tu nombre en mis labios, Alcione, Alcione!” Y así, al ser devorado por las enfurecidas aguas, Ceico pereció con el nombre de su amada en la boca. 
    Desde la partida de su marido, Alcione habia comenzado a tejer una hermosa vestimenta, así como un vestido para ella, para recibirlo más elegante que nunca.
     Alcione solo interrumpiria sus labores para rezarle a Juno, reina de los Dioses por el bien estar de Ceico diciendo. "Bríndale buen viaje y feliz regreso."
     Sus oraciones fueron escuchadas en el Olimpo, la morada eterna de las divinidades griegas. Juno solo exclamó, "Ah, cuanto amor..., ¡Y cuanta tragedia! La infeliz Alcione ruega por el regreso de Ceico, ignorando que ya ha muerto...No es justo que ella viva así..."
     Juno decidió entonces llamar a su mensajera Iris, y una vez que ésta se presentó le dijo, "Iras a la casa de Somnus, el dios del sueño, y le pediras que le envie un sueño a Alcione para revelarle la triste muerte de Ceico." 
     Y así, la hermosa, mensajera divina y portadora del arco Iris, partió a su misión. Mientras Iris volaba, pensaba, “Voy al país de las sombras.” Y en efecto, la morada del dios del sueño estaba en un negro valle donde jamás brillaba el sol, y donde una pesada penumbra lo envolvía todo en sombras.
     Volando Iris decía, “Aquí no hay gallo que cante, perro que ladre o voz humana que se deje escuchar, ¡Nada rompe el silencio! Solo se escucha el tenebroso susurro del río leteo, el río del olvido, el río que brota de los infiernos donde los muertos beben sus aguas para olvidar el pasado.
     Iris continuó, y al llegar a su destino pensó, “He aquí la morada de Somnus, a cuya puerta crece la amapola y otras plantas que inducen al sueño.”
      Iris entró respetuosamente, iluminando todo a su paso. A pesar de la cauda de luz y colores de Iris, el Dios no pareció despertar de su profundo sueño. Ante su morada, Iris suplicó en voz alta,
 “¡Oh, Somuns, te traigo un mensaje de Juno. Despierta por favor!” Iris agregó, “Si no lo despierto pronto, yo misma me quedare dormida, y pasare aquí el resto de la eternidad.” Iris desesperada agregó, “¡Oh, Somuns, despierta. No pongas mi vida en peligro!” Finalmente el Dios despertó, aunque solo a medias y recibió el recado de la reina del Olimpo.
      Mientras Somuns bostezaba, Iris solo dijo, “Y, con tu permiso me retiro.” El terror a quedarse dormida comenzaba a ser presa de ella, y huyó de la sombría presencia  del Dios, con todas sus fuerzas.
      Iris se decía a sí misma mientras volaba, “¡No debo cerrar los ojos!” Finalmente logró emprender el vuelo y salir de aquel negro país, diciendo, “¡He cumplido, Oh Juno!”

       Mientras esto sucedía, el viejo Dios del sueño despertó a su hijo Morfeo, y le dijo, “Tú tienes la facilidad de adoptar cualquier forma.”  “Si padre.” Le contestó Morfeo. Somuns le dijo, “Escucha las ordenes de Juno…”
      Poco después Morfeo volaba a través de la obscuridad hacia Tesalia. Y esa noche, cuando todos dormían en el palacio de la reina Alcione, en la habitación de ésta, llegaba Morfeo y la encontraba dormida, pensado, “Pobre mujer…mejor que esté dormida.” El Dios Morfeo había tomado la forma de Ceico tal como se había visto morir bajo el mar.
      Morfeo transfigurado en Ceico le dijo en sueños, “Escucha triste esposa. Mira, tu esposo esta aquí. ¿Me reconoces que ha cambiado mi rostro? He muerto Alcione. Pero tu nombre estaba en mis labios al ser tragado por las aguas frías. Ya no hay esperanza alguna para mí. Pero te pido una cosa, llora mi muerte, ofréceme tus lágrimas. No me dejes ir al país de las sombras sin que hayas lamentado mi suerte.”
      Dormida Alcione extendió sus brazos y habló, “Ceico… ¡Espérame, yo te alcanzaré! Espera amado mío.” Entonces, de pronto despertó sobresaltada con la cara bañada en lágrimas exclamando, “¡Oh Ceico!” Alcione estaba sola entre las sombras de su habitación, cuando dijo, “¡Oh!...hubiera jurado que estabas aquí esposo…pero…fue un sueño ¡Que horrendo sueño! Has muerto esposo de mi alma…¡Allá lejos de mi! Y ahora, ¿Qué será de mi, cómo puedo existir sin ti a mi lado? Ya no trataré de vivir ¡No te abandonaré!” Y al alba, Alcione corrió a la playa, al lugar donde había visto a Ceico por última vez, diciendo mientras corría hacia el mar, “¡Ya no quiero vivir¡”

       Durante largo tiempo estuvo contemplando el horizonte como esperando ver aparecer las velas del barco de Ceico, exclamando, “¡Oh Dioses!” hasta que de repente vio algo que la estremeció en cuerpo y alma.
 “¿Qué flota allí? Parece un tronco. ¡Ay!” Su corazón se fue llenado de horror, de compasión, de espantosa angustia: “No…no puede ser. ¡Es un cuerpo!” Y entonces vino la cruel revelación, “Eres…¡Tú! Las olas te han devuelto a casa, esposo mío…pero, ¿Por qué soy torturada así, qué hice para merecer éste castigo?”
     Fuera de sí, Alcione corrió hacia el mar. “¡Espera, iré contigo. Yo también me entregaré a las profundidades!” Sin pensarlo, Alcione fue saltando entre las olas buscando la muerte, pero entonces sucedió el milagro. Al ir alcanzando la profundidad, brotaron plumas en aquellos brazos que extendía hacia su finado esposo. Y en vez de hundirse fue transformándose en Alción, en ágil ave que se elevó hacia el cielo.
       ¡Oh maravilla. Los dioses se habían apiadado de ella, salvándola de morir ahogada enloquecida de dolor! Pero aunque volaba, en su alma aún reinaba la tristeza. Entonces volvió a obrar la intervención divina ¡Y del cuerpo del desdichado Ceico surgió otro Alción. Sus cuerpos mortales habías desparecido. Sus almas residían en nuevos cuerpos, ¡Pero su amor seguía siendo el mismo de siempre! Desde entonces viven felices en el mar, cerca de la costa de Tesalia.
     Decían los antiguos que los Alciones siempre hacían sus nidos en el tiempo en que la mar estaba en calma. Según ellos, ese tiempo duraba de siete días antes a siete días después del solsticio de invierno. Cuando nacen las crías se rompe el encanto y la mar puede volverse turbulenta. Pero durante el invierno siempre llegan esos días de paz perfecta, y desde que ocurrió la metamorfosis de Alcione y Ceico, se llaman en todo el mundo los días Alcióneos.    
   

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