lunes, 9 de enero de 2012

La Historia de Baucis y Filemón

    
     Esta historia empieza en el Olimpo, la morada celestial de todos los dioses griegos. Allí, en hermosos palacios, suntuosas habitaciones y desbordantes jardines vivian Jupiter, el monarca divino, Juno, su esposa, Venus, Mercurio, Diana, Minerva, y muchos dioses más.
     Pero a veces aquel lugar de ensueño y maravillas podía resultar cansado. Un día, Jupiter viendo a dos danzantes exclamó, "Humm...hoy no me divierten las gracias de sus bailes. Es más, me estan aburriendo estas mujeres." En ese momento llegó su esposa Juno, y le dijo, "¿Más divina ambrosía, oh, divino Jupiter?" Jupiter exclamó, "Humm...¡No, ya basta!
     "Creo que visitaré la Tierra. Cuando me aburro siempre me divierte bajar a ver las tonterias y necedades de esa raza humana." Pero en esa ocación el dios Jupiter no queria ir solo, por lo que dirigiendose a Mercurio le dijo, "Mercurio, mi fiel mensajero. ¿Me acompañarás a la Tierra?" Ante la duda de Mercurio, Jupiter agregó, "Vamos. Eres el más astuto y divertido de los dioses. ¡Siempre pasamos un buen rato!" Mercurio le preguntó, "Y...¿Esta vez que haremos, Jupiter?"
    Jupiter le dijo a su hijo Mercurio, mientras volaban, "pues ¡ya veremos! ya se...probemos la hospitalidad de la gente de Frigia. Ya sabes que la hospitalidad me es muy importante, pues cualquier huesped, sobre todo en tierra extraña, esta bajo mi protección." Mercurio preguntó, "¿Y seguiremos como estamos?" Jupiter le contestó, "Claro que no. ¡Nos transformaremos con un divertido disfraz!" 
     Y asi, Jupiter y Mercurio tomaron la apariencia de dos viejos y cansados viajeros. Ambos se encaminaron a Frigia como si vinieran caminando desde los confines mismos del mundo. Una vez transformados y caminando, Jupiter le dijo a Mercurio, "Veamos en que estado esta hoy la humanidad." Llegando a una vivienda, Jupier dijo, "Empecemos por aquí." Después de mucho tocar, finalmente la puerta se abrió.
     Un hombre con sonrrisa burlona les dijo, "¿Qué diablos quieren aquí?" Uno de los anciano habló, "Pedimos albergue, buen hombre, venimos de muy lejos." El otro anciano agregó, "No hemos comido en varios dias y hemos dormido a la interperie, y además..." Pero el hombre replicó, "Bah. Aquí no hay nada para pulguientos mendigos. ¡Largo antes que les eche a los perros!" Y cerró la puerta de un golpe. 
     Mientras se alejaban caminando, Jupiter exclamó, "¡Por el tridente de mi hermano Neptuno! ¡Qué tipo!" Mercurio agregó, "Diriase que traemos la peste. Por lo visto ese ricachón no tiene temor, oh Jupiter." Jupiter dijo, "Así es, Mercurio. Olvidó cuanto he ordenado sobre la hospitalidad." Llegaron a otra vivienda y Jupiter tocó la puerta mientras decia, "Veamos que suerte tenemos aquí."
     En esta ocasión fue una mujer vieja quien abrió la puerta, y al verlos, dijo, "¿Eh? ¿Qué buscan?" Uno de los ancianos dijo, "Tenemos hambre, buena mujer, y estamos tan cansados. Quisieramos ver si..." La mujer solo dijo, "¡Nada!" Y sin más la vieja azotó la puerta. Pero instantes después la puerta se volvió a abrir. Jupiter dijo en voz baja, "Ah...creo que recapacitó." Pero el rey de los dioses se habia equivocado. La mujer apareció con dos hombres diciendo, "Si no se largan al momento, mis hijos les daran palos." 
      Mientras los dos ancianos se alejaban, Mercurio le dijo, "Los hubieras fulminado allí mismo, Jupiter, ¡A los tres!" Jupiter solo dijo, "¡Je, ya tendran sus castigo, ya veras!" Y cuenta la leyenda que les sucedió lo mismo no en una o dos casas más, sino en docenas, en veintenas de hogares que visitaron.
    Finalmente, llegaron a una humildícima choza en la punta de una colina que dominaba el gran valle que habian recorrido, sin recibir la más mínima muestra de hospitalidad. Cuando Jupiter se detuvo frente a la humilde puerta, pensó, "A ver si aqui no se me acaba la paciencia." Pero sucedió lo inesperado. Una anciana abrió y les dijo, "Pasen, por favor." Ambos ancianos, una vez adentro, se vieron aún más sorprendidos. Por dentro la humilde casa estaba aseada y ordenada. Una pobrisima pareja de ancianos les invitaba a tomar asiento. Jupiter pensó, "¡Vaya!" Y Mercurio pensó, "¿Quién lo hubiera pensado?"
    El anciano anfitrión Filemón habló y dijo, estando junto a su esposa Baucis, "Por favor. Descansen viajeros. Yo soy Filemón y ella mi buena esposa, Baucis." Jupiter habló con timidéz y dijo, "Nosotros...somos...viajeros y..." Pero fue interrumpido por Filemón quien dijo, "¡Y no hace falta que diga nada! Encenderé el hogar para que puedan calentarse." Baucis agregó, "Y si me da un tiempecito, ¡Yo les ofresco algo de cenar!"
     Poco después las sorpresas iban en aumento para los dioses disfrazados. Mientras los viajeros se calentaban en una hoguera la voz de Filemón dijo, "Ya esta lista la cena, buenos hombres." Mientras los viajeros se sentaban a la mesa, Filemón agregó, "Aqui tienen lo que humildemente podemos ofrecerles: aceitunas, rabanos y algunos huevos cocidos entre las brasas."
     Sin tardanza los dos huespedes comenzaron a devorar los escasos alimentos que la anciana habia puesto ante ellos. Al ver la velocodad con que dieron cuenta de todo, la anciana dijo, "Pues...eh...aqui tengo un poco de col con tocino. Espero que no les desagrade." Al momento los viajeros atacaron aquella segunda ofrenda. Filemón agregó, "Y...para saciar su sed...buenos hombres...aquí tengo un poquito de vino que he tenido que rebajar con agua para que alcance para llenar los vasos." En cuanto Filemón les sirvió a los visitantes, estos al unísono vaciaron las copas.   
     Y entonces, Jupiter habló y dijo, "¡Danos más buen Filemón!" Filemón dijo titubiando, "Pero... creo que la jarra quedó vacia..." Pero Jupiter insitió y la vieja jarra rindió bastante más vino. Mientras Filemón servia decia, "Caray...no entiendo..." Mercurio solo decia, "¡Sirvele! ¡Sirvele a mi amigo también!" Entonces maravillado y aterrado a la vez, Filemón le habló a Baucis en voz baja diciendo, "Querida Baucis. Estos hombres no son comunes." Ella le dijo también en voz baja, "¿No, verdad? Yo también vi que tu jarra quedó vacia." Filemón agregó titubiante, "Te-te-tenemos que ofrecerles algo más." Baucis le dijo, "¡Si, házlo, no nos vaya a pasar algo malo!"
     Y entonces, mientras los viajeros se seguian sirviendo vino de la jarra que parecia no tener fondo, Filemón les dijo, "Eh...tenemos un ganso y quisieramos ofrecercelos inmediatamente..." Baucis agregó, "Si...si es que nos esperan un poquito por favor..." Pero el ganso no parecia querer convertirse en cena tan facilmente.
      El espectaculo de ver al matrimonio de ancianos perseguir al ganso le resultó desternillante al rey del Olimpo quien riendo dijo, "¡Juar, juar, juar...! Te dije que nos divertiriamos..." Mercurio dijo, "Si, oh Jupiter, pero ya me dan un poco de lastima los viejitos con su ganso que no se deja pescar..." Jupiter dijo, "¡Tienes razón! ¡Hey amigos, Baucis y Filemón, vengan!"
     Y momentos después, tras un silencio que resultó incomodo para la pareja de ancianos, Jupiter habló y les dijo, "Ustedes, sin saberlo, han tenido por huéspedes a dos dioses. Somos ¡Jupiter y Mercurio!" Filemón lleno de miedo dijo, "Tengan piedad de nuestra pobre hospitalidad. Somos muy pobres y no teniamos mas que darles." Sin embargo, Jupiter habló, y dijo, "Al contrario...¡Miren a sus espaldas!"
     ¡Todo el valle habia quedado cubierto por un enorme lago! Jupiter habló y les dijo a Filemón y a Baucis, "Allá abajo, tanto ricos como pobres, nos negaron cualquier gesto hospitalario...¡Y ahora han pagado su error, todos han muerto bajo el lago que hice surgir!"
     Y al volverse de nuevo, los ancianos vieron que su miserable choza se habia convertido en un suntuoso palacio de marmol blanco y reluciente. Baucis solo dijo, "Sostenme Filemón. No lo puedo creer." A continuación Jupiter dijo, "Y ahora ¡quiero que me pidan su mas caro deseo!" Por algun tiempo los ancianos se miraron sin intercambiar palabra, como si con la mirada se pusieran de acuerdo. Jupiter pensó, "Les daré lo que me pidan ¡Lo merecen!"  
     Filemón habló y dijo, "No pediremos gran cosa, Oh Jupiter. Primero, que nos dejes convertir este palacio en un templo en tu honor." Jupiter dijo, "¡Ah cómo negárselos, nobles amigos!" Filemón continuó, "Y, también, como hemos vivido siempre juntos, concédenos morir también juntos, para que ninguno de nosotros tenga que sufrir a solas sin el otro." Mercurio pensó, "Vaya nobleza de estos simples mortales ¡Tan viejitos pero tan enamorados!"
     Profundamente conmovidos, los dioses accedieron a los deseos de los singulares ancianos. Filemón dijo, "Gracias Oh Rey del Olimpo" Mercurio agregó, "Eres el hombre más noble que he conocido Filemón." Y asi, los misteriosos huéspedes por fin se despidieron. Jupiter dijo a Mercurio, mientras viajaba, "En verdad me divertí, y fuí gratamente sorprendido." Mercurio le dijo, "Creo que no tendras templo mejor cuidado que este."
     Pasaron los años, y Baucis y Filemón vivieron felices, disfrutando de su mutua compañia, libres de trabajos ingratos y de necesidades. Hasta que llegaron a una avanzadísima edad. Entonces una tarde en que contemplaban el atardecer al calor de sus recuerdos, Filemón le dijo, "Creo que llega nuestra hora dulce Baucis." Baucis dijo, "Si, amado Filemón. Siento que mi corazón quiere dormir." 
     Apenas tuvieron tiempo de intercambiar aquel tierno adios, pues lentamente, pero de manera irremisible, fueron convirtiendose en árboles, sin que sus manos unidas dejaran de quedar entrelazadas. Él habia de metamorfosearse en roble y ella en tilo. Y dicen que hasta el día de hoy, en aquella colina de Frigia, un roble y un tilo se mecen suavemente con la brisa, con las ramas entrelazadas, en las que almas piadosas cuelgan guirnaldas de flores en honor de los fieles y enamorados que supieron hacer un arte de la hospitalidad.   

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